Hola,
Hoy quiero compartir una frase de Ricardo Bofill que se siente como una sacudida necesaria para la arquitectura y el urbanismo contemporáneo:
«Las ciudades necesitan ser reparadas y curadas, no demolidas y construidas desde cero.»
Y es que en un mundo donde el “borrón y cuenta nueva” parece ser la solución rápida a cualquier problema urbano, Bofill nos recuerda que la ciudad no es un plano vacío ni un campo de batalla para el ego del arquitecto. Es un organismo vivo, lleno de historia, memoria, heridas… y también posibilidades.
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La obsesión por lo nuevo: ¿progreso o amnesia?
Durante décadas, la idea de modernizar las ciudades ha estado asociada con grandes demoliciones, megaproyectos y tabula rasa. Desde los planes de Le Corbusier hasta muchas intervenciones urbanas del siglo XXI, hemos visto barrios enteros desaparecer en nombre del progreso.
Pero, ¿qué perdemos cuando borramos?
Perdemos tejido social: comunidades enteras desplazadas.
Perdemos identidad: calles, plazas y edificios que contaban la historia de un lugar.
Perdemos diversidad: en favor de una homogeneidad arquitectónica que podría estar en cualquier parte del mundo.
Y lo peor: muchas veces, los problemas que motivaron esas demoliciones siguen ahí, solo que maquillados con fachadas nuevas.
Reparar, curar, recomponer
Bofill, con su sensibilidad casi quirúrgica, nos habla de otro camino: el de la arquitectura como medicina urbana.
Reparar no es solo restaurar fachadas. Es reconocer el valor de lo existente, intervenir con respeto, proponer sin borrar.
Curar una ciudad significa:
Leer sus cicatrices y entenderlas, no esconderlas.Mejorar lo que ya existe en lugar de imponer lo nuevo por defecto.
Diseñar pensando en la continuidad, no en la ruptura.
Sus obras, como la Fábrica —su estudio y casa, rescatado de una antigua cementera— son el mejor ejemplo: arquitectura que transforma sin destruir, que da nueva vida sin borrar la anterior.
El arquitecto como cuidador, no como conquistador
Esta frase de Bofill nos obliga a cambiar el rol del arquitecto.
Dejamos de ser los autores de grandes gestos formales para convertirnos en intérpretes del lugar, mediadores del tiempo, guardianes del sentido.
Porque no se trata de romantizar lo viejo ni de rechazar lo nuevo, sino de saber cuándo intervenir y cómo hacerlo con inteligencia, sensibilidad y humildad.
¿Qué valor tiene lo que ya existe aquí?
¿Puedo intervenir sin destruir?
¿Este proyecto cura o impone?
¿Sana o suplanta?
La buena arquitectura no siempre se nota a simple vista. A veces, su mayor virtud es no haber borrado lo que ya estaba.
P.D.: Las ciudades, como las personas, no necesitan ser reemplazadas cuando están rotas. Necesitan cuidado, escucha, reparación.
Construyamos juntos con bisturí, no con dinamita.
Feliz día 🌬️🍃🍃