La paradoja del progreso: cuando crecer es olvidar lo esencial

Hola,

Hoy quiero reflexionar sobre una frase tan provocadora como certera de Rafael Moneo, uno de los grandes pensadores contemporáneos de la arquitectura:
«Cuanto más avanzado es un país, menos atención presta a la arquitectura.»

Sí, leíste bien. A medida que un país se desarrolla, que su economía crece, que su tecnología avanza… parece que la arquitectura se vuelve invisible.

Y esto, más que una crítica gratuita, es una alerta. Un recordatorio de que el verdadero progreso no se mide solo en PIB o en velocidad de conexión a internet, sino en la calidad del espacio que habitamos. Y ahí, muchas veces, fallamos.

El espejismo del desarrollo rápido

En muchos países considerados “avanzados”, la arquitectura ha quedado reducida a un tema de normativas, eficiencia, rentabilidad y metros cuadrados construidos por minuto.

Se prioriza la rapidez sobre la reflexión.

La rentabilidad sobre la habitabilidad.

La estandarización sobre la identidad.

Y el resultado: ciudades llenas de edificios técnicamente correctos… pero espacialmente pobres, emocionalmente indiferentes y socialmente desconectados.

Moneo no está diciendo que el progreso sea malo, sino que la idea de progreso que hemos adoptado muchas veces arrincona la arquitectura a un rincón irrelevante.

Cuando la arquitectura deja de importar

¿Por qué ocurre esto? Porque en una sociedad que lo mide todo en resultados rápidos y visibles, la arquitectura es incómoda:

Es lenta. Es compleja. Es cara. Y, sobre todo, es difícil de cuantificar.

En muchos casos, simplemente no se mide. Por eso se recorta, se omite, se sustituye por lo “suficiente”. Y así, el progreso nos regala velocidad, pero nos roba alma.

El rol del arquitecto en sociedades avanzadas

Moneo nos está diciendo, con elegancia y firmeza, que la arquitectura es un síntoma del estado de salud cultural de una sociedad.

Cuando un país deja de prestarle atención, no es porque ya no la necesite, sino porque ha desconectado su desarrollo material de su desarrollo humano.

Y es ahí donde los arquitectos tenemos una responsabilidad inmensa:

Volver a poner en valor el espacio como parte de la calidad de vida.

Demostrar que la arquitectura no es un lujo estético, sino un componente esencial del bienestar.

Recordar que una sociedad verdaderamente avanzada no es la que más construye, sino la que mejor habita.

Tu invitación a no conformarte con lo suficiente

¿Estoy diseñando solo para cumplir una función o para mejorar la vida de quienes usarán este espacio?

¿Estoy resistiendo la tentación del “suficiente” o dejándome arrastrar por él?

¿Mi proyecto defiende la arquitectura como parte esencial del desarrollo humano?

P.D.: La verdadera modernidad no es la que avanza sin mirar atrás, sino la que sabe integrar tecnología, economía y humanidad en un mismo espacio. Como decía Moneo… que no se nos olvide la arquitectura mientras corremos detrás del progreso.

Te lo recordaré cuando trabajemos juntos



Feliz día 🌬️🍃🍃

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